Retrato de una enfermera del Hospital de Sangre de Buitrago, julio 1936
Ese trabajo minucioso del fotógrafo (seguramente consciente de la trascendencia de su trabajo) y continuado con celo por su familia que donó la extensa producción del fotógrafo a la Fundación Telefónica (Marín documentó con sus fotografías todo el trabajo de implantación del cableado en España) y a la Fundación Pablo Iglesias, nos permite asistir a un escaparate de acontecimientos, personajes y almas que poblaron los sucesos más significativos de principios del sXX. Mirar a los ojos de los retratados, desde reyes hasta niños en la inclusa, desde oficiales a vedettes es penetrar en otras vidas que de otra forma nos serían ajenas. Hay mucho en los retratos de personas que nos conmueve y que Marín supo retratar magistralmente.
El fotógrafo que arrastraba desde la infancia una cojera por una caída mal curada, no dudó a la hora de montarse en avión, globo, barco o animal para acudir con su cámara allá donde surgía la noticia. Y esa pasión por el trabajo-vida ha condicionado la sinceridad de sus instantáneas, la riqueza de lecturas que proyectan. Un legado auténtico de un hombre que afortunadamente salió del estudio fotográfico para mostrarnos la naturaleza humana en toda su miseria y esplendor.