miércoles, 5 de noviembre de 2008
Relato: Presen Berbegal
Manías
Es de suponer que todos tenemos manías, aunque yo naturalmente solo puedo hablar de las mías.
Estoy segura que fui una niña precoz a juzgar por la de veces que tuve que escuchar a mi madre... Aun hoy me parece oír su voz ¡demasiadas manías para ser tan pobres! me decía. En realidad más que decírmelo, parecía que me lo reprochaba. En honor a la verdad no eran tantas, aunque yo por razones obvias no solía discutir con mi madre cuestiones tan vanas.
La más antigua, y quizás la que mas molestaba a mi madre era mi obstinada negativa a desayunar como lo hacían los demás miembros de mi familia que tomaban su buen VASO de leche malteada, con galletas o sopas de pan (según viniera el caso), sin decir “ni amén”. No recuerdo que a la parte “sólida” le pusiera ninguna objeción; pero nunca entendí, teniendo tazones en la alhacena, como mi familia podía desayunar de esta manera.
Me parecía un verdadero desperdicio, o si se quiere una manera poco atenta de apreciar en las pequeñas cosas todo lo bueno que te ofrece la vida. Porque un desayuno (se mire por donde se mire), nunca podrá ser un verdadero desayuno, a no ser que se tome en tazón.
Afortunadamente para mi madre la siguiente manía no la afectó tan directamente puesto que la “padecí siendo bastante más mayor". Por fin, tuve permiso para tomar café (bendito café). Acostumbrada como estaba a no desaprovechar nada que fuera aprovechable pronto descubrí que en este arte, había que imitar a sus genuinos descubridores. Con o sin azúcar, pero nunca con prisa. Y siempre, siempre, en taza de bordes gruesos y forma de campana.
No es nada extraño que después de concederle tantas liturgias mi café de las once y yo entramos en comunión, aunque no deja de tener su gracia, sobre todo para alguien aconfesional practicante como yo.
Después de tantos años de convivencia no lo puedo negar, les tengo apego, pues como dice mi amiga Lola (que es psicóloga), las manías hay que cuidarlas, son tus fieles compañeras para toda la vida (como los matrimonios de antes). Nunca me han defraudado. ¡Durante mucho tiempo pensé que era invisible! así que un buen día me presente a mi misma, quería conocerme. Por primera vez desnuda ante ese espejo me devolvió una imagen ¡puede que no sea mucho pero es mejor que nada! Yo le doy su importancia, poco a poco adquieres con respecto a los otros "LA VERDADERA MARCA DE LA CASA".
Alguien no recuerdo quién, dijo ”Yo soy yo y mis circunstancias". En mi opinión, ese alguien, no seria nadie sin sus manías.
Eso sí, antes se llevaban por dentro (estaban mal vistas como tantas otras cosas). No ir a misa los domingos, por ejemplo. El deseo sexual de las mujeres (con perdón) o la homosexualidad (pongo por caso). Pero con la llegada de la democracia (y en honor a la verdad de las/los psicólogas de la seguridad social), se produjo en nuestro país , una verdadera revolución y no lo digo solo por el destape de la MARIA CANTUDO (en su trastienda), si no por el destape de verdad. El destape de dentro menos vistoso si se quiere, pero mucho más transcendente para mi. Más que un destape fue un desparrame.
Con mis miedos, nefastos personajes se fueron para siempre, brisas de libertad entraron a raudales, no solo por todos los poros de mi piel , sino por mis sentidos.
Quizás sea por el tiempo que las llevé escondidas, que siempre que puedo las saco a colación. Me divierten, además entre amigas suelen ser un buen tema de conversación. Franca,nunca. Pero seré sincera, no viene mal (solo de vez en cuando) un poquito de sofisticación.
Descubrir mi secreto me produce un ligero rubor... Cuando estoy al teléfono, suelo escribir un nombre. Siempre el mismo. Eso sí, con diferentes letras, E-D-U-A-R-D-O ¡Qué tontería! Jamás conocí a nadie que se llamase Eduardo. Sé que no se produce por asociación lo más divertido, ni siquiera me gusta como nombre. Lo hago simplemente, porque me gusta. Otra de mis manías, me encanta escribirlo, y más todavía, verlo cuando está escrito sobre un papel.
No ocurre siempre. Solo si las conversaciones son intrascendentes y no requieren excesiva atención. Entonces garabateo y garabateo dependiendo del tamaño del papel.
No me canso de observar por ejemplo la E, con solo cuatro trazos pasa, del más absoluto anonimato, a tener nombre propio.
La ambivalente D, un solo trazo simple, y el siguiente le confiere ya forma de mujer. Naturaleza simple sin ambages.
De la U aprendo lo positivo de la vida, por oscuro que esté, siempre mira hacia arriba.
Con la A me permito soñar… Puede que sea griega, siempre me ha parecido una auténtica dama, majestuosa, regia… Una auténtica Diosa.
No tengo nada en contra de la R, solo que jamás me ha sugerido nada, existe solo como comparsa.
De entre todas las letras de mi EDUARDO, la O es la que parece mas humana. Al nacer, se encierra en su castillo temerosa tal vez, de su destino. Pura magia, su poder crea nombres, nombres que tienen rostro, que a la vez tienen ojos, y esos ojos te hablan creando más palabras...
Por las pequeñas cosas que aprendí a su lado adoro mis manías, ni puedo ni quiero remediarlas, y pienso conservarlas por muchos muchos años.
PRESEN BERBEGAL
Este texto "Manías" ha sido escrito por la participante de este taller de Medios de Comunicación, Presen Berbegal que ha querido compartir con toda la clase una de sus pasiones: la escritura. Le agradecemos su generosidad.
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